A finales del mes de noviembre de 2009 regresaba de un largo e intenso viaje por Chile, donde fui a visitar a un gran amigo. Desde Patagonia hasta Atacama, donde apuré mis últimos días por aquellas increíbles tierras. Esos viajes que uno sabe que han dejado una huella imborrable por cómo, dónde y con quién ha tenido lugar. No había pasado mucho el tiempo desde mi regreso cuando, empujados por esa energía que insufla una experiencia así, volví a viajar con otro gran amigo, esta vez mucho más cerca y a un lugar que para mi es literalmente familiar: las Islas Canarias. Y entonces todo conectó. El océano, el paisaje, la idiosincrasia, la amistad. Un puente que enlaza dos mundos tan lejos pero a la vez tan cerca. Seleccioné varias fotografías de paisaje para revelarlas imprimiendo una textura que emulara las viejas postales de antiguos viajeros, de manera que interconectaran entre ellas.
A Pablo y Pep, amigos y fotógrafos, que me acompañaron en sendos viajes.